martes, 8 de agosto de 2017

Te has ido, sincero y con estela.
Y yo aquí sincera y polvo.
Dices con pecho abierto que puedo entrar en él a coger fuerzas y yo no veo flores.
Te perdí porque corriste y me dejaste atrás llorando, perdida sin esperarme.
Y ahora tú con casa construida en el camino me ofreces techo para la lluvia y yo no quiero.
No me hagas decir que no puedes ayudar a sanar la herida con el cuchillo en la mano.
Si miras mi pecho ves flores y mariposas que juegan con libélulas y caléndulas y geranios nacen de mi risa y el mundo se vuelve claro y el cielo se llena de estrellas que son pecas y el lucero es el hoyuelo izquierdo de mi cara.
Sigues la estela del cometa Haley y ves polvo, ves como se descompone la estrella y las flores se pudren y ahí, justo en el momento en que las mariposas se vuelven gusanos muriendo al revés, se cierra una puerta que conecta con el ventrículo izquierdo y se pudre la sangre y se ven negros los pulmones y se encharcan de sangre y la vida no tiene risas ni estrellas ni pecas.
Eso duele y destruye.
Ahora toca nacer, se acerca el otoño, aún queda el invierno para volver a ser primavera.
Mírame clara y ahora sí, debes saber que necesito de mi más que de nadie y tú, tu casa, tu mano, tu pecho, tu cuchillo y mi herida deben esperar a que se descongele el hielo, a que caigan las hojas, se hielo el árbol y brote la rama y la mariposa dejará de ser gusano y tal vez cuando vuele en busca de la libélula yo pueda tomarme un café bajo tu techo viendo llover.

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Sorvitos de esencia del ayer.